Tuesday, January 31, 2012

Si pudiera
salir de la palabra en la palabra
para acariciar la vida
-esa pequeña grieta oscura
que alberga la verdad
que nunca pudo decirse-
y así decir
que no importa nada
de lo que hablemos
si nuestros ojos no se encuentran
con los del asesino
para reconocer,
desde la frágil humildad,
los hermanos que fuimos...
pero como todos hablamos
indiferentes a la maldad
-que se apodera lentamente
de cada palabra que nos posee-
dejamos que la vida
se pierda en estercoleros
y que sólo los buitres sepan
y aprovechen de nuestra 
hermandad remota.
Y la noche que planea triste
sobre nuestras cabezas
se nutre de un decir que,
abandonado de todo cuidado,
repta para ocupar el vacío
que un justo silencio
debiera dedicar al amor.

Si yo pudiera 
salir de la palabra en la palabra
diría todo esto que tan bien
sabemos sin poder siquiera 
pensar, a pesar 
de todos los discursos sobrevenidos 
para olvidar la ternura de un abrazo
que, sin duda, alguien no recibió.
Pero hoy, que no existen 
más que palabras
para que el lenguaje
no sirva ya para decir,
sólo puedo hablar sin decir nada,
condenada a que no se me comprenda,
enroscada en mi propio remolino,
asfixiada de significantes
y sobrepasada por la indefensión.

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