Wednesday, August 01, 2012

la brisa pendía como sábana tendida en la mañana
anochecía no más para las bestias
y ya los hombres divagaban entre fuegos encendidos
y broncas bebidas de aguacero

la muchacha no vio, no dijo,
acaso ni siquiera estuvo allí cuando sus labios
entreverados pronunciaron la santa palabra

-¿A dónde viaja el que viaja?-

el koan repiqueteó en los tímpanos hambrientos
de los insectos que ansiaban devorar al atardecer
las lechosas carnes de los inquietos

resbaló en la pendiente de ese hombre que la miraba
sin escuchar, tan sólo palideciendo por su sordera,
cuyo rostro, mimbre seco de septiembre, abrazaba una sonrisa

-El verdadero viajero nunca se detiene a recordar-

El último rayo de sol aleteó en la maleza
y cuando ya no hubo sombras ni distancia
se abrazaron al unísono del silbido de la selva,
aguijoneados por el misterio del instante que se va


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