Saturday, November 22, 2014

La noche tiene un barniz de cemento
y en los corazones emparedados que la persiguen
no hay lugar para el amor porque anida el deseo

Buscar en la noche el amor es como buscar
un cienpiés en la cuneta
un astronauta en el desierto
un extranjero extraviado en mitad de ningún sitio

La noche amordaza de señales
y emplea juegos disidentes,
nadie está a salvo de su silencio ni del murmullo
de sus intrigas. Es como la sombra
de toda soledad, un espejo recto
ante toda realidad deformada.
Por eso, cuando juego al juego de la noche
nunca espero ganar el trofeo,
sino perderlo con el mayor atrevimiento,
en una derrota estrepitosa que pueda aplaudir
al día siguiente, cuando el tenue amanecer
reniegue de ebriedades y mis ojos
deban enfrentarse ante el espejo de cada mañana.
Y en esos momentos, después de maldecir
 y arrepentirme de mi pudor y consideración,
pueda mirarme a los ojos y darme los buenos días
sin la mala conciencia de no saber qué he ganado ni para qué,
perfilando un dolor ajeno apenas disimulado.

Pues quien persigue el amor en la esquina de la noche
persigue un fantasma moribundo que no puede abrazar,
abre una herida que siempre deja huérfano a alguien,
ni sabe del querer tras el deseo voraz que todo lo destruye


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