Wednesday, February 04, 2009

Las metamorfosis del amor

¿Es el amor entre adultos irremediablemente cuestión de necesidad? necesidad de afecto, necesidad de compartir, necesidad de recuperar una ilusión cierta que otrora dispusimos desde la inocencia del desconocimiento… Me niego a aceptar dicha conclusión. ¿Quién habiendo probado del amor y la seguridad del vivir lo que se desea vivir —ser feliz, simplemente, supongo— podría renunciar a ello por una cuestión de afecto? porque el afecto es cosa que compartimos con los animales. Pero la compañía mutua, la mutua costumbre, queda para lo humano anquilosada en respuestas, paradójicamente, maquínicas cuando no se funda sobre el amor, esa extraña prenda que nos viste… ¿No es el amor la reafirmación de la vida, un exceso de voluntad de vivir?, ¿un excedente del presente?, ¿la plusvalía de lo humano? Y, ¿qué mayor tristeza que la de percibir el alejamiento de aquellos los que amamos verdaderamente? comprobar cómo la comprensión se va tiñendo de juicio desaprobatorio, cómo sus ojos dejan de mirar con simpatía y empiezan a juzgar moralmente, tajantemente, cómo lo que antes consideraran un juego personal, juzgan ahora déficit del propio carácter. Lo que antaño les hiciera reír, ahora les produce bochorno. Lo que ayer fuera liviandad, es hoy enorme peso sobre sus espaldas… ¡Pobres de los que están destinados a dejar de amar, porque atravesarán todos los infiernos de los filósofos!: dudas metafísicas o metódicas, sospechas inciertas, inconscientes, inseguridades y trampas de la especie, afianzamiento en el error más grande del hombre —que no es haber nacido, no— sino creerse “alguien”. Se aferran en su trono identitario para creer que, ni ellos, ni ellas, cambiarán. Que siempre es demasiado tarde. Que todo está perdido. Que debemos empezar de cero. Que nos han decepcionado. ¡Ay! terrible palabra, la “decepción”.